"En su abrazo yo abrazaba todas las rosas:
las rosas de la piedra y las del sueño,
las rosas del torrente y las del
vino,
las furibundas rosas
cinceladas
sobre el cráneo del sol, en ajetreo
continuo;
las de apretada nieve, rosas, con que
ciño
mi frente en un círculo de
llamas;
y las implacables que coronan
la espina de la rosa;
las que disgrega el éxtasis en
torno
a los banquetes del amor, y las que
llueven
ceniza y agonía
sobre la faz del moribundo;
las rosas del poema y las del
humo,
las rosas del rosario y las del
tigre,
las invisibles rosas de mi sangre y las
azules
que hará brotar mi muerte,
mi terraza barrida y la brisa de las
rosas
entrando por los balaustres de la
tarde;
las rosas que treparon la
escalera,
y la que se prendió a la
cerradura
al él cerrar la puerta;
las rosas de su sexo y de su
pie
restañadas y aún tibias sobre el
lienzo
alimenticio y lechal de la
mañana,
las rosas del que llegó y aún no se ha
ido;
en sus brazos yo las abrazaba:
la lacerante rosa aún no
podada
que balancea su olvido sobre el
tallo;
y la incomparable que perdura
en todo lo que fua, o pudo no haber
sido;
la rosa desnuda de la rosa."
Dulces sueños